En el lenguaje corriente se usa la
expresión problema para referirse a una situación molesta y
perturbadora, valorada desfavorablemente por las personas. El término
"problema" designa una dificultad que no puede resolverse
automáticamente, surgiendo de la insatisfacción de un sujeto en relación con la
situación específica manifiesta en el objeto. Los problemas pueden expresar
dificultades, tensiones, preguntas, obstáculos, oportunidades y necesidades.
Técnicamente, la expresión del problema
tiene un sentido amplio que pasa del carácter desfavorable de la situación al
interés particular del sujeto: Un problema se define siempre en función
de un interés particular de una persona o un grupo. Desde este enfoque las situaciones que se
enfrentan no son problemas en sí mismas; son problema cuando chocan con
nuestros intereses. Si alguien está interesado en el dinero, conservarlo o
adquirirlo puede ser un problema para él; para otra persona a quien no le
interese el dinero, éste no será problema. En éste, como en otros casos, la
importancia del problema se medirá en función del interés del sujeto: Mientras
mayor sea mi interés por el dinero, más intenso será para mí el problema de
adquirirlo o conservarlo.
Los intereses de las personas pueden
derivar en intencionalidades o propósitos. Un propósito es
una representación mental cargada de afecto sobre algo que se quiere ser, tener
o hacer en un futuro. El propósito es una intencionalidad con dos (2)
componentes básicos: la imagen o representación del futuro esperado y la fuerza
que impulsa al sujeto a conseguir ese futuro. Mientras imaginemos nuestras intencionalidades
de manera borrosa, tendremos dificultad para valorar las situaciones como
favorables o desfavorables. Por otra parte, una imagen clara de la situación
deseada no basta para que el propósito se cumpla, si no se apoya en una fuerza
interior que impulse a buscarla y alcanzarla. Los seres humanos conforman
propósitos, partiendo de necesidades orgánicas, psíquicas y sociales, y de la
forma como se interpreten y se asuman las experiencias a lo largo de la vida.
Puede decirse entonces que los propósitos e intereses, tanto individuales como
colectivos son construcciones históricamente determinadas y que el entorno
social influye mucho en la manera como se enfrente al futuro.
Una situación es una circunstancia o un hecho que se
presenta al analista en un momento particular. Las situaciones son
construcciones que hace el analista con base en la información disponible. Por
sí misma, las situaciones no son buenas ni malas. Las situaciones pueden ser
valoradas desfavorablemente por un sujeto cuando amenazan sus intereses e
intencionalidades. Decimos entonces que tal situación, considerada como
contraria a los intereses, es un problema para ese sujeto. Por ejemplo, una
prueba de embarazo positiva puede ser un hecho feliz para algunas mujeres,
mientras otras pueden considerarlo como un serio problema. En el mismo sentido,
si dos personas tienen intereses contrarios, la situación que es problema para
una de ellas puede ser solución para la otra. Con frecuencia, la situación
presente puede ser favorable y el problema para el proyectista radica
precisamente en la amenaza de perder o de no aprovechar los beneficios
actuales. Con base en estos argumentos podemos concluir que la valoración de
problemas no es sólo un procedimiento técnico, dado que conlleva también una
dimensión subjetiva cultural, ética y política.
Problema es, entonces, aquello que
preocupa. Los problemas son el producto de nuestra
valoración. La historia y la actitud de las personas también influyen en la
valoración de los problemas. Algunas personas tienen la tendencia a valorar
todo lo que les ocurre como amenazador y peligroso; otras perciben los cambios
como oportunidades y procuran sacar de ellos el mejor partido. A los pesimistas
se les debería recordar que la mayoría de las situaciones que se enfrentan a
diario no son problemas por sí mismas, y aquellas que se valoran como tales son
tanto más importantes (prioritarias) cuanto más fuerte sea el interés contra el
cual chocan. En sociedades inequitativas, como las que enfrenta el mundo
globalizado, los optimistas deberían reconocer también que sus ventajas y
prerrogativas son precisamente el problema de los grupos socialmente excluidos.
No todas las personas tienen la misma
capacidad para valorar una situación como problema. Hacerlo, implica que el
sujeto tiene un grado de conocimiento que le permite relacionar la situación
con ciertos eventos que él considera desfavorables.
Los problemas se caracterizan por tres (3) rasgos:
•
Son usualmente complejos y difíciles de
delimitar desde el punto de vista teórico.
•
Suelen relacionarse con
"soluciones" específicas; estas son preconcepciones de una situación
diferente al problema, que es construida por el proyectista con base en su
percepción del problema y que siempre conlleva juicios subjetivos de valor.
•
El hecho que una situación se considere o
no problema, depende principalmente de los intereses del sujeto que realiza el
análisis, y en menor grado de la calidad de la información disponible.
Un buen análisis exige hacer una
identificación específica de los factores relacionados con la aparición del
problema, diferenciándolos de otros de menor relevancia, indicar las relaciones
entre ellos y valorar su grado de influencia sobre el fenómeno en estudio.
La formulación de los problemas tiene un
componente subjetivo esencial y muy importante. Por ello mismo, las soluciones
planteadas difícilmente son neutrales desde la perspectiva ideológica. Si bien,
esta característica se presenta también en las demás manifestaciones de
producción de conocimiento, adquiere mayor relevancia en el abordaje de las
situaciones humanas y sociales, y da origen a dos grandes consecuencias sobre
los problemas analizados: la primera, es que no existen soluciones correctas
"únicas" y la segunda, que la solución a muchos problemas necesariamente
implica tener en cuenta otros puntos de vista, diferentes al del propio
analista. Por lo tanto, siempre existirán mejores y peores soluciones a un
problema, desde los diferentes criterios técnicos, ideológicos o éticos.
El tercer rasgo de los problemas
sociales, toca con la importancia que juegan las fuentes de información como
mediadores entre el dato y el conocimiento. La mayoría de las veces los datos
empíricos de la realidad social se ofrecen a nuestro conocimiento ya
codificados en diferentes formas: textos escritos u orales, fotografías,
imágenes, objetos, mapas, tablas, gráficos, estadísticas, etc. Por esta razón,
el analista deberá valorar cuidadosamente el valor del dato y mucho de su
esfuerzo deberá dirigirse a extraer la información útil que pudiera reflejar el
dato y a interpretarlo de manera apropiada.
Aún entre analistas expertos, a menudo
puede costar dificultad coincidir en la forma de definir y valorar las
situaciones como problemas, pues los intereses y propósitos figuran entre las
condiciones que más diferencian a una persona de otra y explican, en muchas
ocasiones, la infinita variabilidad de los seres humanos.
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